MALALA: DEL DOLOR A LA INMORTALIDAD
"Tenía
dos opciones. Una era la de permanecer
en silencio y esperar a ser asesinados.
Y el segundo fue hablar y luego ser asesinados. Elegí la segunda. Decidí hablar." Frase
de Malala Yousafzai en su intervención recibiendo el Premio Nobel de Paz.
Bien podría
desperdiciar este último espacio del año en busca de un personaje de la vida nacional o local. No lo hallaría. Y los anti-personajes por tanto abundar en
nuestro medio no me interesan. Ese
infructuoso camino no lo voy a recorrer.
Malala Yousafzai
aunque ya ha recibido abundantes elogios y premios impensados por una mujer
pakistaní de solo diecisiete años de edad, merece todos los reconocimientos
posibles por su determinación para superar las ataduras ideológicas
fundamentalistas, las que de nacimiento heredó, obviamente sin su voluntad.
En un país en
donde la educación para las mujeres se encuentra prohibida y están sentenciadas irremediablemente a los
quehaceres domésticos y a la crianza de sus hijos, sabrá Dios si con el hombre
que ellas quisieran, Malala tuvo la valentía de elevar su voz y reclamar por su derecho a estudiar.