MALALA: DEL DOLOR A LA INMORTALIDAD
"Tenía
dos opciones. Una era la de permanecer
en silencio y esperar a ser asesinados.
Y el segundo fue hablar y luego ser asesinados. Elegí la segunda. Decidí hablar." Frase
de Malala Yousafzai en su intervención recibiendo el Premio Nobel de Paz.
Bien podría
desperdiciar este último espacio del año en busca de un personaje de la vida nacional o local. No lo hallaría. Y los anti-personajes por tanto abundar en
nuestro medio no me interesan. Ese
infructuoso camino no lo voy a recorrer.
Malala Yousafzai
aunque ya ha recibido abundantes elogios y premios impensados por una mujer
pakistaní de solo diecisiete años de edad, merece todos los reconocimientos
posibles por su determinación para superar las ataduras ideológicas
fundamentalistas, las que de nacimiento heredó, obviamente sin su voluntad.
En un país en
donde la educación para las mujeres se encuentra prohibida y están sentenciadas irremediablemente a los
quehaceres domésticos y a la crianza de sus hijos, sabrá Dios si con el hombre
que ellas quisieran, Malala tuvo la valentía de elevar su voz y reclamar por su derecho a estudiar.
El 9 de octubre
del 2012, tres disparos a quemarropa,
en su cabeza, cuando se disponía a abordar el bus que la conduciría a la
escuela, fue lo que recibió por
enfrentar valerosa y dignamente las prohibiciones de los talibanes. En ese momento tan solo era una niña de
quince años. Su ceja izquierda fue
impactada y el proyectil se desplazó debajo de su piel, en una parte de su
cabeza y en su hombro, obligando a una
cirugía reconstructiva que implicó una placa de titanio equipado y un implante coclear en su cráneo para
ayudarla con sus funciones auditivas.
A sus diecisiete
años de edad el Comité Noruego del Nobel decidió otorgarle el Premio Nobel de
la Paz 2014. El personaje más joven en
la historia de los Nobel. Menor de edad,
mujer y pakistaní.
Cuando todavía
en algunos rincones de Occidente existe sinnúmero de paradigmas insalvables, en
un rincón de Pakistán una niña rompe con ellos sin ruborizarse.
Seguramente las
condiciones geopolíticas de un territorio hostil y represivo con las mujeres
incitó a Malala a revelarse contra las
prohibiciones talibanes, emprendiendo
una lucha solitaria en defensa del derecho de las niñas a la educación.
Esa madurez,
alimentada por su padre y mentor Ziauddin Yousafzai, buscando una salida a sus derechos como mujer la empezó a reflejar a sus casi once años de
edad, cuando decidió publicar su blog para la BBC urdu. Por temor a las represalias esta publicación,
que viene a ser su diario personal, la mostró
bajo el seudónimo de Gul Makai.
No fue
suficiente su condición de mujer para enfrentarse a unas leyes de un país en
donde la preferencia y preponderancia por el sexo masculino es inevitable. Allí
mientras el 80% de hombres pueden trabajar el 20% o menos de las mujeres tienen
el mismo derecho. La educación se
encuentra prohibida para ellas al igual que muchas actividades que en cambio
los hombres pueden ejercer sin ninguna restricción o prejuicio.
Tres paradigmas
derribados por una niña musulmana. Su
edad, su iniciativa casi que solitaria por defender su derecho a estudiar y su
condición de mujer en un país en donde
los derechos del sexo femenino son casi que inexistentes.
Una niña, que
con su corta edad, demostró que las excusas que se atraviesan para negarse a
emprender las empresas más arduas, las campañas más intensas, los sueños más
inalcanzables, son sencillamente eso, excusas, paradigmas destinados a
facilitar las injusticias a todos los niveles: exclusión, discriminación,
segregación, opresión. En síntesis
tiranía.
Malala Yousafzai
acabó con la frase cliché de los
políticos y los líderes sociales que decía que “…los niños son el futuro del país y del mundo…” Solo hasta hoy se está empezando a entender
que los niños y las niñas no son el futuro del mundo. Son el presente. ¡Y qué presente! Uno tan claro y fecundo que permite que una
joven con sus diecisiete años de edad llegue hasta lo más alto del Ayuntamiento
de Oslo. Demostrando como lo dice el mismo Comité
Noruego del Nobel “(…) que los niños y los jóvenes, también pueden contribuir a la mejora
de sus propias situaciones. Esto se ha
hecho en las circunstancias más peligrosas.
A través de su heroica lucha que se ha convertido en un vocero del líder
de los derechos de las niñas a la educación.”
Terminó con la
peligrosa excusa “¡una sola golondrina no
hace verano!” Excusa facilista que
engendra principalmente una pasividad que petrifica la voluntad de la sociedad
y la sumerge en un viaje sin retorno, que
hace creer que sin acompañamiento no
existen posibilidades de luchar por los ideales.
Le enseñó al
mundo, y sobre todo a las mujeres que hoy todavía no están convencidas o no les
importa, que la condición de ser mujer no es relevante cuando de defender sus
principios y Derechos se trata. Que la
inteligencia sobrepasa cualquier tentativa de seducción erótica, con el
agravante de que esta jamás podrá cambiar el mundo en lo fundamental.
Premio Nacional de la Paz de Pakistan en 2012,
Premio Infantil Internacional de la Paz en 2013, XXV Premio Internacional
Catalunya 2013, Premio Simone de Beauvoir en el 2013, Premio Sájarov 2013. Fue nominada para el Premio de la Paz
Internacional de la Infancia de la fundación Kid Rigths en el 2011.
¡Y el galardón
del Premio Nobel de la Paz junto al indio Kailash Satyarthi!
No necesito más
palabras…
Todos tenemos un deber de amor que cumplir, una historia que hacer, una meta que alcanzar. No escogimos el momento para venir al mundo: Ahora podemos hacer el mundo en que nacerá y crecerá la semilla que trajimos con nosotros.
ResponderEliminarGioconda Belli
Aunque cada vez más escasos, siempre habrán seres humanos valiosos en este mundo hechos de coraje y tesón. Los tiempos cambian y las personas también... Ahora dedicamos menos tiempo para pensar, discernir y actuar, y nos limitamos simplemente a ver y aprovechar lo que los demás hacen. Por fortuna me rodeo y me inundo de ti, ser tan valioso como vida misma.
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