domingo, 18 de diciembre de 2016





Apunte del Director:


DOLOR, INDIGNACIÓN Y FEMINICIDIO


Colombia ha dejado de ser un Estado de derecho y se ha convertido en un Estado mediático. En el que  los medios de comunicación marcan el ritmo al que deben marchar quienes han caído en sus fauces.

El hecho doloroso que aconteció con el accidente aéreo en donde perecieron 71 personas, la mayoría pertenecientes al equipo Chapecoense, de Brasil, “se vendió como pan caliente” y los que se declaraban doloridos  por el hecho, consumían lo que les arrojaban los mercantilistas noticieros de televisión, al desayuno, almuerzo y comida, como si pretendieran cauterizar el dolor repitiendo imágenes escabrosas, que personas verdaderamente doloridas no repetirían.

Luego llegó la indignación.  Una semana después Yuliana, la niña de siete años torturada, violada y asesinada, se convierte en el nuevo menú de los noticieros.  Mañana, tarde y noche repiten las escenas, los testimonios, el dolor de los familiares, queriendo traducir la “indignación de los colombianos”.

Indignación que entendida como la ira ocasionada por un acto salvaje,  no explica el morbo de un colectivo que no sacia sus ansias de consumir lo mismo, al desayuno, almuerzo y comida.

Pero de las cosas más preocupantes, sobre todo del último hecho, es que por lo mediato de los mismos y la velocidad con la que inundan de información a la audiencia, esta cae en la trampa y traga entero las posibles soluciones para esta clase de comportamientos.

La castración química o la cadena perpetua para abusadores de menores de edad se esgrimen con destreza como si la solución del problema fuera superficial, individual, aislada.

Colombia urgentemente tiene que  adoptar políticas públicas de salud mental.  Y analizar  cómo esta se pone a merced de diferentes medios, afectándola evidentemente y reflejándose en los hechos que ocurren diariamente contra principalmente las  mujeres.

Se levantan las voces por el incremento de feminicidios en el país, pero no se pone la mano en la llaga; solamente el dedo lejos de ella. 

El cómo le estamos inculcando a nuestra juventud el valor humano  que tienen las mujeres y su aporte como elemento fundamental de nuestra sociedad, es un factor importante para entender el abuso, la agresión, el desprecio (casi odio), la rabia y la minusvalía de su ser.

Y esos mismos medios de comunicación que envenenan con su sobredosis “deformativa”, y que se indignan y duelen con el pueblo, por el otro lado callan cuando les conviene, o se soslayan cuando necesitan proteger a alguna de las personas que utilizan como estrellas.

Lo que regurgita Maluma al lado de otros en lo que han llamado, en un adefesio idiomático, “Cuatro babys”, es una parte de la explicación del por qué el  comportamiento irracional y bárbaro contra la mujer.

Cosificada en su ser, degradada hasta el último escalón de artículo sexual, difícilmente se puede esperar una sociedad (no solamente machista) que la respete y ubique en el sitial que le corresponde.
Trascribir el texto completo de “Cuatro bebés” (observe que no determina sexo) va contra cualquier principio ético y moral.

Pero expresiones como “(…) A todas yo quiero darle /Me tienen bien confundio /Ya no se ni con cuál quedarme / (…)  Ya me salieron más caras que un reloj de Ulysse Nardin (…)” son elementos que sumados con otros impublicables crean un comportamiento misógino y violento contra la mujer.

Y es la  moda en la que los padres introducen a sus hijas e hijos; ellas aprendiendo a ser víctimas y ellos asumiendo el rol del macho maltratador.

Las vemos a los cinco y seis años repitiendo estas letras; programándose para mañana ser violadas y asesinadas, o en el mejor de los casos expuestas a maltrato sicológico  porque “así debe ser”.


Seguramente muchos padres que son consumidores habituales de esta clase de productos los ven con buenos ojos considerándolos inofensivos o tal vez, en algunas regiones machistas del país, se identifican plenamente convencidos de  que ese es el orden social de mujeres y hombres.

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