jueves, 15 de septiembre de 2016




NI SANTOS, NI URIBE,  SON COLOMBIA



“Los políticos deberían desterrar la palabra nunca porque las cosas cambian y la paz se hace con los enemigos y no con los amigos”.  Desmond Mpilo Tutu. (Premio Nobel de la Paz-1984).

Cuando la discusión sobre el Acuerdo Definitivo con las FARC-EP debería estar avanzando sobre las propuestas  reales del mismo, la distracción, la mala fe  y la confusión llegan de dos vertientes: los mal intencionados  y los desinformados.

Para hablar sobre este proceso madurado durante más de cuatro años,  se debe tener mucho respeto por los interlocutores, provengan de donde provengan.  Es una condición sin la cual no se puede argüir el reconocimiento de  la Democracia ni el derecho  de  libre  determinación.

Las ofensas y las mentiras han sido las armas retóricas que han utilizado muchos de  los que pretenden defender su posición negativa, atropellando razones y análisis contrarios; presentándose como seres desmedidos en odio sin concepciones de fondo.

El centro de la discusión tiene que partir del “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” que ya el gobierno publicó inmediatamente después de su anuncio oficial.  (www.mesadeconversaciones.com.co).

El país por el mismo sufrimiento que ha padecido durante décadas, por la infinidad de veces que las FARC-EP incumplieron su palabra; por los gobiernos que miraron con escepticismo y desprecio cualquier posibilidad de negociación con la guerrilla, por la cantidad de placebos  que los medios de comunicación adscritos a los altos mandos empresariales inyectaron al pueblo, percibe hoy una verdad distorsionada,  alejada siniestramente de nuestra particular  historia y de la realidad de nuestros compatriotas.

Es erróneo tomar decisiones trascendentales de país si no se leen cuidadosamente las 297 páginas que componen el Acuerdo; esa es la verdad. 

Estudiar meticulosa y responsablemente el Acuerdo, entendiendo medidas que son el resultado de experiencias pasadas, como por ejemplo los asesinatos a amnistiados o reinsertados, o la necesidad de respaldarlos económicamente para ofrecer sostenibilidad y cumplimiento a lo acordado en el largo plazo,  son posiciones a las que no se pueden llegar con análisis viscerales.

El odio rara vez termina con quien lo inspira, pero en cambio,  indefectiblemente fulmina a quien lo padece. 

En el Acuerdo no se debe ver como un sello indeleble del mismo  a Santos y Uribe; a Uribe y a Santos.  Juan Manuel hoy en día tiene 65 años cumplidos, y Álvaro Uribe le sigue con 64.  Ellos no son los jóvenes que durarán otros 60 años; y a Colombia no le resta de vida como República escasas seis décadas.  Siglos son los que vivirán  las generaciones venideras, y no es correcto  para ellas, ni para las que viven el presente, que la decisión se tome con odios prestados o dolores ajenos.

Conocer en su totalidad el Acuerdo permite al ciudadano no ser presa fácil de quienes se asfixian en un resentimiento que conduce a la amargura; tampoco de aquellos que desinformados por los primeros, van replicando como un volcán siniestro todas las equivocaciones y tergiversaciones que reciben sin comprender la letalidad que portan.

Cuando se llega a las 297 páginas del Acuerdo no solamente se encuentran los beneficios pactados entre Gobierno y FARC-EP, sino que se conocen las estrategias, herramientas, recursos y políticas públicas  diseñadas para los colombianos comunes y corrientes.

La importancia de una reforma agraria adecuada en donde además de primar la tenencia legal de la tierra se tratan los temas integrales que aminoran la carga del campesino aumentando su productividad, reconociéndole además  su incidencia en el desarrollo socio-económico del país, es importante.

La preponderancia a la mujer en las esferas sociales y económicas es de un alcance relevante; de una realidad inusitada y necesaria.

El derecho a la movilización y a la  protesta, al igual que a disentir con respecto a los demás sin que ello implique el riesgo de morir por pensar genuinamente, es una propuesta para países modernos y civilizados; 105 sindicalistas asesinados entre el 2011 y el 2015 en Colombia.  No son entonces políticas innecesarias en épocas de construcción democrática.

En el tema de las comunicaciones las emisoras comunitarias, por ejemplo, encuentran su espacio.  Re direccionar su función social y el manejo de su recurso técnico y humano,  son puntos que colocan a este medio de comunicación radial como un bastión  importante en el posconflicto debido a su razón de ser: inclusión y pluralidad.

Es importante entender que no se está definiendo el futuro de los Uribistas ni de los Santistas.  Se está decidiendo el futuro de un país que no ha vivido en paz por más de un siglo; pasamos de una Patria Boba, enfrentando a Centralistas y Federalistas, a los albores del siglo XX con la Guerra de los Mil días (1899-1902);  con más de cien mil muertos y la posterior pérdida de la ciudad de Panamá. 

Después, dando un salto grosero en la Historia, ocurre el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que todavía sigue impune, enfrentando a Conservadores y Liberales.  De ahí para adelante sangre y lágrimas es lo que ha corrido sobre el tricolor, el territorio y familias colombianas.


Un SI o un No son respetables siempre y cuando se adopten con el conocimiento suficiente del Acuerdo y entendiendo que cualquier escenario de guerra no es comprensible en lo más mínimo,  si no se vive inmerso en ella.  

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