NI SANTOS, NI URIBE, SON COLOMBIA
“Los políticos deberían
desterrar la palabra nunca porque las cosas cambian y la paz se hace con los
enemigos y no con los amigos”. Desmond
Mpilo Tutu. (Premio Nobel de la Paz-1984).
Cuando la
discusión sobre el Acuerdo Definitivo con las FARC-EP debería estar avanzando
sobre las propuestas reales del mismo,
la distracción, la mala fe y la
confusión llegan de dos vertientes: los mal intencionados y los desinformados.
Para hablar sobre
este proceso madurado durante más de cuatro años, se debe tener mucho respeto por los
interlocutores, provengan de donde provengan.
Es una condición sin la cual no se puede argüir el reconocimiento
de la Democracia ni el derecho de
libre determinación.
Las ofensas y las
mentiras han sido las armas retóricas que han utilizado muchos de los que pretenden defender su posición
negativa, atropellando razones y análisis contrarios; presentándose como seres
desmedidos en odio sin concepciones de fondo.
El centro de la
discusión tiene que partir del “Acuerdo
final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y
duradera” que ya el gobierno publicó inmediatamente después de su anuncio
oficial. (www.mesadeconversaciones.com.co).
El país por el
mismo sufrimiento que ha padecido durante décadas, por la infinidad de veces
que las FARC-EP incumplieron su palabra; por los gobiernos que miraron con
escepticismo y desprecio cualquier posibilidad de negociación con la guerrilla,
por la cantidad de placebos que los
medios de comunicación adscritos a los altos mandos empresariales inyectaron al
pueblo, percibe hoy una verdad distorsionada,
alejada siniestramente de nuestra particular historia y de la realidad de nuestros
compatriotas.
Es erróneo tomar
decisiones trascendentales de país si no se leen cuidadosamente las 297 páginas
que componen el Acuerdo; esa es la verdad.
Estudiar
meticulosa y responsablemente el Acuerdo, entendiendo medidas que son el
resultado de experiencias pasadas, como por ejemplo los asesinatos a
amnistiados o reinsertados, o la necesidad de respaldarlos económicamente para ofrecer sostenibilidad y cumplimiento a lo acordado en el
largo plazo, son posiciones a las que no
se pueden llegar con análisis viscerales.
El odio rara vez
termina con quien lo inspira, pero en cambio,
indefectiblemente fulmina a quien lo padece.
En el Acuerdo no
se debe ver como un sello indeleble del mismo
a Santos y Uribe; a Uribe y a Santos.
Juan Manuel hoy en día tiene 65 años cumplidos, y Álvaro Uribe le sigue
con 64. Ellos no son los jóvenes que
durarán otros 60 años; y a Colombia no le resta de vida como República escasas
seis décadas. Siglos son los que vivirán las generaciones venideras, y no es
correcto para ellas, ni para las que
viven el presente, que la decisión se tome con odios prestados o dolores
ajenos.
Conocer en su
totalidad el Acuerdo permite al ciudadano no ser presa fácil de quienes se
asfixian en un resentimiento que conduce a la amargura; tampoco de aquellos que
desinformados por los primeros, van replicando como un volcán siniestro todas
las equivocaciones y tergiversaciones que reciben sin comprender la letalidad
que portan.
Cuando se llega a
las 297 páginas del Acuerdo no solamente se encuentran los beneficios pactados
entre Gobierno y FARC-EP, sino que se conocen las estrategias, herramientas,
recursos y políticas públicas diseñadas
para los colombianos comunes y corrientes.
La importancia de
una reforma agraria adecuada en donde además de primar la tenencia legal de la
tierra se tratan los temas integrales que aminoran la carga del campesino
aumentando su productividad, reconociéndole además su incidencia en el desarrollo
socio-económico del país, es importante.
La preponderancia
a la mujer en las esferas sociales y económicas es de un alcance relevante; de
una realidad inusitada y necesaria.
El derecho a la
movilización y a la protesta, al igual
que a disentir con respecto a los demás sin que ello implique el riesgo de
morir por pensar genuinamente, es una propuesta para países modernos y
civilizados; 105 sindicalistas asesinados entre el 2011 y el 2015 en
Colombia. No son entonces políticas
innecesarias en épocas de construcción democrática.
En el tema de las
comunicaciones las emisoras comunitarias, por ejemplo, encuentran su
espacio. Re direccionar su función
social y el manejo de su recurso técnico y humano, son puntos que colocan a este medio de
comunicación radial como un bastión
importante en el posconflicto debido a su razón de ser: inclusión y pluralidad.
Es importante
entender que no se está definiendo el futuro de los Uribistas ni de los
Santistas. Se está decidiendo el futuro
de un país que no ha vivido en paz por más de un siglo; pasamos de una Patria
Boba, enfrentando a Centralistas y Federalistas, a los albores del siglo XX con
la Guerra de los Mil días (1899-1902);
con más de cien mil muertos y la posterior pérdida de la ciudad de
Panamá.
Después, dando un
salto grosero en la Historia, ocurre el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que
todavía sigue impune, enfrentando a Conservadores y Liberales. De ahí para adelante sangre y lágrimas es lo
que ha corrido sobre el tricolor, el territorio y familias colombianas.
Un SI o un No son
respetables siempre y cuando se adopten con el conocimiento suficiente del
Acuerdo y entendiendo que cualquier escenario de guerra no es comprensible en
lo más mínimo, si no se vive inmerso en
ella.
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