viernes, 1 de julio de 2016







VIVIENDO CON LOS ENEMIGOS


“Cuando los hombres son puros,  las leyes son inútiles; cuando son corruptos,  las leyes se rompen”.    Benjamín  Disraeli.

La diferencia que puede existir entre una ciudad, una parroquia, la vereda o cualquier poblacho, puede depender del cumplimiento de sus leyes implementadas para armonizar la convivencia.

Entre más municipios conozco y con más representantes de gobiernos cercanos a Girardot dialogo, más me convenzo de la distancia que nos separa de aquellos que, al menos,  intentan regirse por las leyes establecidas.

Basta con revisar situaciones elementales para evidenciar que convivimos peor que las fieras en la selva; en su inhóspita espesura rigen unos códigos ancestrales que condicionan y determinan la supervivencia de las especies.  El que cruzó sus límites ¡perdió!


Nosotros aquí no; la constante ha sido por años libertinaje para todo el mundo; de vez en cuando algún chivo expiatorio –un menso de reserva-  termina siendo sometido a escarnio público.

¿Un ejemplo?  El mal nacido perifoneo comercial que estalla impasible y se enreda como una serpiente constrictora invisible; la que permisivamente asfixia a Girardot, hasta agotarla,  con la complacencia abusiva de quien debería prohibirlo.

Ya deben estar abriendo los ojos aquellos que, por ignorancia o laxitud, permiten esta actividad autorizando desde vendedoras de chorizos hasta circos espantosos de pueblo que agreden literalmente la tranquilidad.

El Decreto 948 de 1995 del Ministerio del Medio Ambiente, lo prohíbe en su totalidad. 

El Artículo 50 es contundente: “Promoción de ventas con Altoparlantes o Amplificadores: No se permitirá la promoción de venta de productos o servicios, o la difusión de cualquier mensaje promocional, mediante el anuncio con amplificadores o altoparlantes en zonas o vías públicas, a ninguna hora”.   (El subrayado es mío).

La misma norma subraya en su Artículo 44 que los altoparlantes y amplificadores se encuentran prohibidos en zonas de uso público. 

Sí existen situaciones en las que se amerita el perifoneo,  y el Decreto  deja abierto el espacio para su uso sin autorización: prevención de desastres, la atención de emergencias y difusión de campañas de salud. Y con autorización previa se pueden utilizar estos equipos  para la promoción de actos culturales, deportivos, religiosos o políticos. (Artículo 44).

¿Si la restricción existe por qué en Girardot no se hace cumplir? Porque es claro que si perturban la tranquilidad y atentan contra la salud de manera pública y reiterativa, tienen la autorización del ente municipal  y pagan un impuesto por mortificar. (A no ser que se les permita atentar de manera gratuita).

Hay un agravante.  Que pasean por todos los sectores prohibidos, como centros geriátricos, centros hospitalarios, bibliotecas, parques, colegios. (Resolución 0627 de 2006). 

Personajes que no pertenecen al municipio desfilan orondos con sonidos estridentes; y no contentos con aturdir desde sus vehículos destartalados, proponen  una competencia desleal contra  los comerciantes de Girardot, los que  llevan muchos años pagándole a la Cámara de Comercio y a la administración municipal sus impuestos para funcionar legalmente.  ¿No le importa a la Cámara de Comercio esta situación?  ¿O su  única razón de ser es recaudar?

Para qué malgastar dinero ordenando la elaboración de un mapa de ruido que no va a servir sino para llenar otro anaquel oxidado de estudios sin aplicar.  Olvidan  quienes  ordenan malgastar nuestros recursos que los mapas de ruido se levantan para diseñar y “desarrollar planes, programas, y proyectos preventivos, correctivos o de seguimiento”.

¿Qué antropólogo, neurólogo, parapsicólogo, clarividente o mentalista  podrá explicarnos el extraño gusto de nuestros jerarcas de perjudicarnos, rotulándose públicamente como funcionarios inútiles?

No es un juego de niños el último informe que se rindió del mapa de ruido en las instalaciones de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, CAR, Alto Magdalena. Lo hemos repetido en otras columnas y aunque parezca incisivo y hasta fastidioso, debe reiterarse.

El problema del ruido es competencia de todos nosotros, si no queremos terminar sordos como los que han  merodeado por el quinto piso del edificio municipal.  Ya con ellos es suficiente.


Adehala: La concejala  Marlen Orjuela, curtida ya de tantos años en la sala del concejo municipal,  tuvo una brillante idea en la sesión ordinaria del 14 de junio de este año: Implementar el  pico y placa para los turistas.  ¡Gran iniciativa  para fortalecer el turismo de la ciudad!  Definitivamente es más fácil exaltar que pensar.


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