¿CUÁL RENOVACIÓN POLÍTICA?
“La
ambición suele llevar a los hombres a ejecutar los menesteres más viles: por
eso para trepar se adopta la misma postura que para arrastrarse”. Jonathan Swift.
A medida que pasan los años la historia política
de Girardot tiene que repetirse; los candidatos que ya han tenido la
oportunidad de demostrar sus habilidades para administrar; los que por segunda
o tercera vez se lanzan en busca de mejor fortuna, y los recién llegados que
por factores múltiples no alcanzan a ser competencia para los avezados de vieja
data.
Nos quedamos en el reclamo inútil, cada cuatro
años, de que “los mismos con las mismas”,
sin darnos cuenta de que el centro del problema no es ese, sino que no hay
renovación política en el municipio.
Resulta ser entonces una queja vacía y sin
sentido. Atacando a los que por lo
jugoso del negocio reinciden en la tentación de postularse y en la fortuna del
poder; los que de alguna manera aprovechan el espacio extenso que queda año
tras año por la abulia y la falta de preparación de los que deberían emprender
el camino del cambio.
Los repitentes con muy bajas calificaciones pero
con el beneplácito de una gran parte de la sociedad para repetir, se lanzan como ya lo dije, para continuar
beneficiándose del poder. Pero si la
fortuna deja de acompañarlos y presienten venir una inhabilidad por sus
inmorales actos, entonces intentan
perpetuarse en cuerpo ajeno mientras liberan sus inhabilidades. Comportamiento turbio que se vive y aplica
en todo el territorio nacional; sobre todo en los municipios con mucha pobreza
y poca educación. Las estadísticas así
lo demuestran.
Pero si ninguna de las dos anteriores aplica,
entonces ocurre la tercera opción que son las caras nuevas, pero que de alguna
manera en el pasado han pertenecido a alguno de los clanes perversos, lo que
les ha dejado una escuela de dudoso comportamiento con una clara intención de
imitar. Por eso los vemos, al cabo de un
tiempo cuando el dinero y las encuestas no los favorecen, adherirse a uno de
los candidatos repitentes, los mismos de los que dos o tres días atrás tomaban
distancia por su poca honorabilidad.
(¡En esta campaña vaya si hay ejemplos!)
Como cuarta opción llegan los que ya he
mencionado en columnas anteriores. Los
emergentes, los oportunistas y “cazadores
de fortunas”. A los que se les
conoce desde siempre como mercachifles, vagos, o desinteresados del
pueblo.
Muchos de ellos conforman el grupo nuevo para
apuntar hacia una posible renovación, pero sin la visión, formación ni
compromiso necesario para lograr el revulsivo y la transformación creciente y
articulada que se requiere.
Queda un minúsculo número honorable y
competente, pero por no prestarse a componendas y negociados, poco y nada
pueden hacer con su gestión.
Nada podrá salir mejor de lo que hasta ahora ha
salido, si no se origina un cambio notable y verdadero en la educación de
nuestra juventud y si no se construye,
por parte de los que les debería
interesar el desarrollo y la armonía del municipio, un espacio digno, propicio
y seguro en dónde desarrollar ideas innovadoras y una vida respaldada con
respeto, derechos y compromisos. (La
empresa privada y las universidades han sido
irresponsables en esta construcción de ciudad.)
Nuestra juventud, y no voy a hablar como “politiquero loro” de los drogadictos,
vive una desesperanza alarmante. El
joven que termina su bachillerato ve con angustia su futuro porque la situación
económica de su familia no alcanza para cubrir costos universitarios, ni
siquiera para técnico o tecnólogo; y de encontrar empleo ni hablar. Debe empuñar la bandera del gobernante de
turno para estrenarse como empleado.
Existe el que puede pagar una carrera pero en
Girardot o El Espinal. Sabemos la
calidad que ofrecen las instituciones de educación superior en provincia como
para pensar en un alto nivel competitivo de sus egresados.
El resto, para
los que su situación económica es estable y boyante, emigran hacia la
capital del país o el exterior. No
solamente emigran en busca de calidad,
sino porque ya a esa edad entienden que en Girardot no hay un futuro
promisorio para ellos como profesionales honestos.
Es fácil entender por qué la renovación de la
que hablo es inexistente. La
mayoría de jóvenes no se interesan o no
se pueden preparar adecuadamente para ofrecerle ideas nuevas al municipio. Y los que pueden asistir a universidades de
alto nivel académico difícilmente van a retornar a su tierra de infancia para
estrellarse con toda la maquiavélica conspiración que se teje a diario negando
el crecimiento económico y social de Girardot.
Decía mi madre: “¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo brinca y se ensarta?” Eso mismo dirán los malos repitentes:
“¿Qué culpa si la juventud no se puede preparar, o no le importa, o se marcha?
Por
ahora, y por mucho tiempo, el futuro no
es más alentador.
Publicado octubre 2015
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