viernes, 1 de julio de 2016





¿CUÁL RENOVACIÓN POLÍTICA?



“La ambición suele llevar a los hombres a ejecutar los menesteres más viles: por eso para trepar se adopta la misma postura que para arrastrarse”.    Jonathan Swift.

A medida que pasan los años la historia política de Girardot tiene que repetirse; los candidatos que ya han tenido la oportunidad de demostrar sus habilidades para administrar; los que por segunda o tercera vez se lanzan en busca de mejor fortuna, y los recién llegados que por factores múltiples no alcanzan a ser competencia para los avezados de vieja data.
Nos quedamos en el reclamo inútil, cada cuatro años, de que “los mismos con las mismas”, sin darnos cuenta de que el centro del problema no es ese, sino que no hay renovación política en el municipio.
Resulta ser entonces una queja vacía y sin sentido.  Atacando a los que por lo jugoso del negocio reinciden en la tentación de postularse y en la fortuna del poder; los que de alguna manera aprovechan el espacio extenso que queda año tras año por la abulia y la falta de preparación de los que deberían emprender el camino del cambio.
Los repitentes con muy bajas calificaciones pero con el beneplácito de una gran parte de la sociedad para repetir,  se lanzan como ya lo dije, para continuar beneficiándose del poder.  Pero si la fortuna deja de acompañarlos y presienten venir una inhabilidad por sus inmorales actos, entonces intentan  perpetuarse en cuerpo ajeno mientras liberan sus inhabilidades.    Comportamiento turbio que se vive y aplica en todo el territorio nacional; sobre todo en los municipios con mucha pobreza y poca educación.  Las estadísticas así lo demuestran.
Pero si ninguna de las dos anteriores aplica, entonces ocurre la tercera opción que son las caras nuevas, pero que de alguna manera en el pasado han pertenecido a alguno de los clanes perversos, lo que les ha dejado una escuela de dudoso comportamiento con una clara intención de imitar.  Por eso los vemos, al cabo de un tiempo cuando el dinero y las encuestas no los favorecen, adherirse a uno de los candidatos repitentes, los mismos de los que dos o tres días atrás tomaban distancia por su poca honorabilidad.  (¡En esta campaña vaya si hay ejemplos!) 
Como cuarta opción llegan los que ya he mencionado en columnas anteriores.  Los emergentes, los oportunistas y “cazadores de fortunas”.  A los que se les conoce desde siempre como mercachifles, vagos, o desinteresados del pueblo. 
Muchos de ellos conforman el grupo nuevo para apuntar hacia una posible renovación, pero sin la visión, formación ni compromiso necesario para lograr el revulsivo y la transformación creciente y articulada que se requiere.
Queda un minúsculo número honorable y competente, pero por no prestarse a componendas y negociados, poco y nada pueden hacer con su gestión.
Nada podrá salir mejor de lo que hasta ahora ha salido, si no se origina un cambio notable y verdadero en la educación de nuestra juventud y si no se construye,  por parte de los que les  debería interesar el desarrollo y la armonía del municipio, un espacio digno, propicio y seguro en dónde desarrollar ideas innovadoras y una vida respaldada con respeto, derechos y compromisos.  (La empresa privada y las  universidades han sido irresponsables en esta construcción de ciudad.)
Nuestra juventud, y no voy a hablar como “politiquero loro” de los drogadictos, vive una desesperanza alarmante.  El joven que termina su bachillerato ve con angustia su futuro porque la situación económica de su familia no alcanza para cubrir costos universitarios, ni siquiera para técnico o tecnólogo; y de encontrar empleo ni hablar.  Debe empuñar la bandera del gobernante de turno para estrenarse como empleado.
Existe el que puede pagar una carrera pero en Girardot o El Espinal.  Sabemos la calidad que ofrecen las instituciones de educación superior en provincia como para pensar en un alto nivel competitivo de sus egresados.
El resto, para  los que su situación económica es estable y boyante, emigran hacia la capital del país o el exterior.  No solamente emigran en busca de calidad,  sino porque ya a esa edad entienden que en Girardot no hay un futuro promisorio para ellos como profesionales honestos.
Es fácil entender por qué la renovación de la que hablo es inexistente.  La mayoría  de jóvenes no se interesan o no se pueden preparar adecuadamente para ofrecerle ideas  nuevas al municipio.  Y los que pueden asistir a universidades de alto nivel académico difícilmente van a retornar a su tierra de infancia para estrellarse con toda la maquiavélica conspiración que se teje a diario negando el crecimiento económico y social de Girardot.
Decía mi madre: “¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo brinca y se ensarta?”   Eso mismo dirán los malos repitentes: “¿Qué culpa si la juventud no se puede preparar, o no le importa,  o se marcha?

 Por ahora, y por mucho tiempo,  el futuro no es más alentador.
Publicado octubre 2015


No hay comentarios:

Publicar un comentario