PESTAÑINA PARA LA CULTURA
“Este hombre, Germán Rodríguez, (fundador de la Casa de
la Cultura de Girardot) es como una abeja, como una lanzadera, va de un lado a
otro con una sola idea fija en su corazón, en sus ideales y en su alma.” Revista “Girardot en 1965.”
En Girardot escasamente suceden
cosas interesantes y trascendentes.
Impactantes. Esto ha hecho que la
llegada de un supermercado gigante, la construcción de un centro comercial con
visos de estrato 7 para habitantes de estrato 3, o la remodelación del teatro
cultural Luis Enrique Osorio se conviertan en el obligatorio tema del mes.
Hoy precisamente cuando estoy
escribiendo este artículo dicen que abrirán nuevamente las puertas del teatro
cultural de Girardot. Las que
clausuradas por las mentes clausuradas de los que intentando gobernar,
determinaron palabras más o palabras menos que la cultura era un mal intangible inservible, oneroso socialmente,
inútil, estúpido; en síntesis, que valía mucho menos que la basura.
Prueba de esto es la extirpación de
la que fue víctima la Casa de la Cultura de Girardot por parte de José Leonardo
Rojas Díaz, en el 2001, atrincherado en su estrategia de reestructuración
administrativa. Como si reestructurar
fuera sinónimo de aniquilar, desaparecer y eliminar.
Esta casi ciudad pasó de tener un organismo totalmente
descentralizado con director a bordo y presupuesto propio a un ente híbrido y desabrido: El Instituto de Turismo,
Cultura y Fomento.
Este último es un monstruo de tres
cabezas absolutamente inofensivo; representado, por utilizar alguna palabra,
por un coordinador para cada tema sin
mayores atribuciones ni conocimientos sobre lo que es su responsabilidad: el
turismo, la cultura y el complejo manejo del coliseo de ferias José Alonso
Escandón con eventos incluidos.
Pero después de este maldito
momento para la cultura de Girardot, los que llegaron en lugar de corregir el
desatino y agravio lo que hicieron fue ratificarlo exageradamente y hasta la
saciedad. El teatro cultural Luis
Enrique Osorio jamás volvió a abrir sus puertas ni siquiera para que ocultaran los excrementos y desperdicios que los
indigentes y borrachos dejaban a su paso a cualquier hora del día.
Hoy después de aproximadamente 16
años consecutivos de mantener las puertas cerradas a la cultura, el sano
esparcimiento y la educación, seguramente alardearán por lo que querrán presentar como otra obra magna
de la presente administración.
Tres años consecutivos, estos
últimos, hemos tenido que ver cómo se continuó con el maltrato a este
patrimonio cultural concebido desde hace más de medio siglo.
Hemos tenido que vivir la
destrucción brutal que hicieron del mural construido por cerca de 250 niños
liderados por Tadea Ibirico, Norma Victoria Varón Caicedo y Alfredo
Quijano. Más de 150 figuras destruidas a
pico de cincel y martillo escupiendo despectivamente sobre una obra de arte creada y construida por niños
y niñas girardoteñas.
Después hemos tenido que vivir con
que en el mismo lugar en donde se exhibía orgulloso el mural, en cambio se
colgaran pancartas gigantes invitando a emborracharse hasta embrutecerse, respaldadas
por la misma administración municipal, mientras se promocionaban los tan “prestigiosos”
conciertos en el estadio Luis A. Duque Peña.
El mismo que hoy ni siquiera sirve para un partido de fútbol de tercera
división.
Igual vimos como ensuciaron sus paredes con rasguños
simulando palabras expulsadas malditamente de alguna mano deshumanizada. Pedimos respetuosamente muchas veces que las
limpiaran y pintaran. ¡Nadie
escuchó! Pedimos respetuosamente muchas
veces que no clavaran puntillas sobre la pared para sostener los avisos
publicitarios de los amigotes. ¡Nadie
respondió! Pedimos respeto por un
recinto patrimonio cultural de todos...porque la cultura es universal. ¡Nadie lo respetó!
No es momento de venirnos con
pestañina y rubor para disimular el rostro demacrado y moribundo de nuestra
cultura. Qué poco me importan sus aditamentos
tecnológicos y físicos.
Me importa sí es la agenda cultural
que ya debe estar al menos preestablecida.
Que esta agenda, si es que existe, no se limite a continuar con grupos
de danzas escolares de las que ya sabemos hace más de una década. Hay que abrir el panorama para que el
espectro que nos llegue sea amplio y rico en elementos nuevos y
enriquecedores. Quiero ver en esa agenda
programación de artes plásticas, poesía, cuentería, teatro, danza clásica, opera,
música clásica, conversatorios con invitados excepcionales colombianos y
extranjeros. Hablando exclusivamente sobre arte y cultura.
Que no nos vayan a convertir el
teatro cultural en un pequeño salón de convenciones, o escenario propicio para
que los politiqueros lo aprovechen como
plataforma de lanzamiento de sus sandeces y mentiras. No puede ser el lugar predilecto de chamanes,
enviados de Dios, reguetoneros ni burdos artistas reconocidos en el anonimato;
todo por rasguñar cualquier centavo que vaya en contravía de la razón de ser de
su creación.
Recuperar parte del teatro cultural
significa a todas luces recuperar parte de la cultura y su divulgación; partiendo de lo micro para alcanzar espacios macro que propongan y garanticen
robustecimiento intelectual a nuestros ciudadanos.
La construcción de espacios
propicios para la divulgación de cultura si es importante no es lo
esencial. El arte también llega a los
parques y a las calles. El Festival
Iberoamericano de Teatro en Bogotá o el Festival de Teatro Internacional de
Manizales tienen sus testimonios. Es
decir: el arte está por encima de dónde se haga. Si es que ya tenemos teatro, entonces que se
haga cultura con respeto y calidad.
¿¡Será mucho pedir!?
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