COMEDIA COLOMBIA
«El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan». Pablo Neruda.
Congreso de la República de Colombia |
Nunca he sido adepto a las comedias; menos a las
norteamericanas. Por accidente, la semana pasada, en la medianoche,
llegué a una de ellas en televisión titulada «Las locuras de Dick y
Jane».
Dick es el clásico hombre estrato tres, para nuestro medio,
casado con una mujer del mismo nivel. Un buen día es ascendido a
vicepresidente de comunicaciones, ignorante de que su empresa mentora se
declarará en quiebra y que su promoción es una trampa.
Una vez desempleado la desgracia llega al hogar de él y de
su esposa Jane.
Cuando ya no existe la posibilidad de más ruina, entre ellas
el corte del servicio de la luz, del agua, el remate de la casa, la venta de
cada uno de los enseres; el embargo del césped y la interrupción de la
construcción del jacuzzi, frecuente demostración moderna del «merecido ascenso
ejecutivo», deciden buscar empleo en lo que sea, con tal de comer; con lo que
consiguen reducir sus egos a la mínima expresión.
Sumergidos en el fondo de la tragedia, a Dick se le ocurre
una “brillante” idea: ¡convertirse en asaltantes a mano armada de
supermercados!
Una vez superados todos los niveles de aprendizaje,
sorpresas, tropiezos y equivocaciones, al final la familia recupera su nivel
socioeconómico, sobrepasándolo. Cada bien anterior fue superado en tamaño,
número y valor.
Inmediatamente la comedia, aquella que utilizaba para vencer
el insomnio, me trajo a la realidad de mi
Colombia. Mi Colombia de comedia.
Aquí, en donde se vocifera que «somos más los buenos
que los malos», se ha llegado a una cultura delincuencial y mafiosa
motivada por la impunidad judicial, la invisibilidad institucional y la
acomodación oportunista de la moral.
Aquí en Colombia los Dick y las Jane abundan y continúan en
aumento. Los que ayer pensaban que «las leyes os darán la
libertad» y que «el deber ser» era pertenecer al grupo de los buenos y
no al de los malos, han sido convencidos, persuadidos y obligados por el mismo
Estado a reconsiderar lo aprendido. Ese ha sido el mensaje que de
manera persistente y, utilizando programación neurolingüística, Congreso,
fiscalías, contralorías, procuradurías, y demás ías, los han inducido a ello.
La «Colombia Comedia» en donde el vocablo «cartel» pasó a
identificar de manera sui géneris las diferentes líneas mafiosas que han
impulsado al pueblo a comportarse de manera corrupta.
Empezamos con el Cartel de las Drogas Ilícitas; pero
llegaron en desbandada el Cartel de la Contratación, del Azúcar, del Cemento,
de los Medicamentos, de los Cuadernos, de la Hemofilia, de la Chatarrización,
del Ganado, y en los últimos días el Cartel del Bastón.
Todas y cada una de las actividades comerciales decentes,
prácticamente, tienen su «cartel», afectando el bolsillo del asalariado y
haciendo papilla la moral. Demostrando que la eficiencia de las
mafias es superior a la ineficiencia del trabajo honrado. Y que la
justicia no cobija por igual a ricos y pobres.
Ejemplos, demasiados; recientes, tres o cuatro.
Lo más cercano es el caso del congresista liberal Álvaro
Ashton, quien a pesar de estar detenido en la cárcel La Picota, en la
ciudad de Bogotá, continúa recibiendo su mesada como congresista; ciento
veinte millones de pesos, dice en su página virtual el Heraldo de
Barranquilla, recibió este señor en diciembre del año anterior.
Alejandro Lyons, exgobernador de Córdoba, quien se acogió a
sentencia anticipada, fue condenado a cinco
años y cuatro meses por los delitos que han sido de suficiente
conocimiento por la opinión pública. Se habla de la
inconformidad de la Contraloría General de la República y la Procuraduría
General de la Nación por lo bajo de la pena… ¿y qué?
Cercano a esta sentencia se encuentra la de Bernardo
«Ñoño» Elías; también cordobés. Acogido a sentencia
anticipada al aceptar cargos; se le impuso una pena de seis años y ocho
meses. Un treinta por ciento de rebaja por negociar con la justicia
sobre la pena superior. ¿Y qué?
Aún no se surte la sentencia del exfiscal anticorrupción
Gustavo Moreno. Los especialistas señalan que nada diferente saldrá
en esta oportunidad.
Por esto y más, gran parte de la sociedad colombiana ha
optado por creer, actuando, que cometer vandalismo contra la propiedad privada,
desangrar dolosamente a la empresa en donde labora, robarse las vueltas
equivocadas en una tienda, dejar de pagar lo de ley a quien le trabaja,
robarse un mísero pasaje en Transmilenio o incluso ser igual de corrupto al
delincuente politiquero que le canjea el voto por una dádiva, es lo correcto.
Para qué continuar buscando la respuesta en estudios
antropológicos, sociológicos y científicos si a la vista salta que
nuestro modelo de Justicia está hecho por quienes lo necesitan apropiado para
cuando el destino los obligue a echar mano de él.
No le exijamos al pueblo honestidad cuando el ejemplo que se
le da desde las encumbradas instituciones sirve como Mejor Guion de Comedia
Aficionada.
La honestidad ha fenecido muy triste
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