miércoles, 28 de diciembre de 2016





CAMPESINA, MADRE Y GUERRERA



Doña Rosalbina López acompañada de su señora madre.

La primera vez que la vi el sol arremetía iracundo contra su rostro escudado tras de una visera de un verde pálido envejecido.

Rosalbina López es otra guerrera de la calle.  Se levanta todos los días a las dos de la mañana a preparar su almuerzo para salir una hora después hacia la empresa, “Ser Ambiental”  y “recibir las bolsas, sacar la herramienta e ir a trabajar”; de cuatro de la mañana a doce del día.

Tocaimuna hace 57 años; de sus tres hijos (dos hombres y una mujer) solo queda viva la hija porque el entorno no les perdonó a los varones su género; sucumbieron igual que otros. 


La segunda y única mujer de cinco hermanos en  una familia campesina.  A los siete años ya respondía  por la casa mientras que sus hermanos “salían a echar azadón con mamá y papá.”

Llegó a Barranquilla con el hombre que se casó.  “Pero - cuenta Rosalbina- hubo cosas que no tenía por qué soportar entonces nos separamos”.  Se quedó trabajando interna en una casa y sus hijos terminaron en manos de su madre en Girardot; el padre los entregó.

Triste por la lejanía con su familia llega a Girardot en el año 88; trabajo no faltó;  vendió  frutas en la plaza de mercado, se internó en una casa del barrio La Magdalena, ingresó a Comfenalco como camarera; luego  su hermano mayor le ayudó a ingresar a ERAS y terminó años después trabajando en Ser Ambiental. Allí lleva 11 años.

“Para mí  fue muy duro  porque el cambio de la sombra al sol era muy tenaz.  Pero ahí me fui acostumbrando, gracias a Dios, y ya en ese son voy a cumplir 16 años.” 

De la calle siente que hay personas  muy decentes pero “(…) hay gente que es demasiadamente grotesca, vulgar, que lo miran a uno como cualquier cosa.” Por eso percibe que se da más el atropello que la amabilidad por parte del ciudadano.

Pero no es eso lo que más le afecta como escobita; es “cuando calienta ese sol, tan desesperante que uno no encuentra sombra en ninguna parte.”  Pero  no es suficiente para que deje de agradecerle a Dios por su trabajo que “(…) lo valoro y aprecio.”

Rosalbina es católica y aunque no asiste asiduamente a la iglesia siente que Dios está siempre a su lado.  “Yo he barrido en sitios difíciles pero nunca me ha sucedido nada.  Antes pasan y lo saludan a uno.”

Por esto tal vez tiene tan clara la realidad de la calle y sentencia segura y acertadamente: “El indigente nunca lo roba a uno (…)”

Con todo el camino que ha recorrido de Girardot  piensa que lo primero que le cambiaría sería “tanto indigente que hay en la calle, tanto niño (…)” Es muy probable que recordando el final que tuvieron sus hijos se compadezca de estas criaturas que se “(…) les han ido de las manos a sus padres”.

Pero no solo le atormenta  los habitantes de la calle; hay algo que aborrece: “(…) tanto estiércol que encuentra uno por la calle.  ¡Esos olores tan inmundos!”

Rosalbina tiene una risa que se desborda como una cascada. Aparece cuando le preguntamos qué tan fácil es vivir con un mínimo. “Es difícil, muy difícil.  Pero gracias a Dios uno tiene para los gastos más necesarios.”

Esto hace que el descanso no pueda ir más allá de visitar a su hija o quedarse arreglando la casa.

Ascenso a la vivienda de Rosalbina López y su familia.

Para llegar a su hogar  hay que ascender por un trecho corto tejido con zanjas y piedras que lastiman menos  que la desesperanza y la muerte.

Dentro de ella hay dos espacios separados artesanalmente sobre piso de tierra.  El patio es un despeñadero que a través del tiempo se erosiona y se acerca peligrosamente a lo medio construido. Según el municipio es zona de alto riesgo y las ubicarán en un nuevo lugar.  Ella y su madre se aferran a esa promesa.

Hace tres años, el 30 de septiembre recuerda Rosalbina, el techo fue cambiado porque un vendaval  se lo  llevó todo.  No olvida la ayuda que recibió del ingeniero Óscar, en  Ser Ambiental, cuando entró a Recurso Humano en busca de auxilio.  Reconoce agradecida: “La verdad primeramente a Dios y al ingeniero Óscar yo le debo todo este techo.”

Su mensaje de despedida fue para la juventud.  “Yo lo único que digo es que mi Dios tenga piedad de esas niñas, las favorezca.  Hay mucho joven que no ha llegado a conocer ni la cédula y ya están bajo tierra.  ¡Para uno de madre es muy triste y doloroso!  Para uno le queda el remordimiento y el dolor de haber podido y no haber sido.”


Acompañado de mi hermana Sandra Milena bajamos el empedrado y subimos las escalinatas hasta la carrera cuarta,  acompañados por ella, agradecidos de  habernos permitido conocerla de cerca, sin uniformes que rotulan ni profesiones que denigran y segmentan.




No hay comentarios:

Publicar un comentario