TRAS LAS HUELLA DE “EL
ADORADOR”
Avizorando el horizonte en donde se dibujan lejanos y mágicos los
valles del río Bogotá y el río grande de La Magdalena, adornados con altura por
las cúpulas de la iglesia del municipio de Tocaima, permanece pétreo “El
Adorador”. Presencia muda de nuestros
antepasados que trasciende en el tiempo y mismo espacio.
Rodolfo Rodríguez Delgadillo, médico veterinario, conoce la historia de
este petroglifo como las palmas de sus
dos manos.
Relata que hace aproximadamente nueve años conoció al señor Manuel Antonio
Mendoza, campesino de la zona, que además de tener animales domésticos
trabajaba en la extracción artesanal de yeso, en el piedemonte de la cordillera
Alonso Vera, perteneciente a la vereda Berlín del municipio de Girardot.
“En cierta oportunidad -reseña Rodolfo Rodríguez- Manuel Antonio me
comenta que en la cima había unas piedras raras, con unas tallas. ¿Que cuándo subíamos?”