sábado, 6 de agosto de 2016





ÚNICA INVITADA DE HONOR: 
LA CULTURA



“Además, acababa de encontrar lo que había buscado en vano por tanto tiempo: ¡un público!”  Luis Enrique Osorio. 



Presagio de buenas nuevas se siente  en el campo de la Cultura en Girardot. Dama mancillada, ultrajada y vejada por todos: desde encumbrados alcaldes con exceso de halagos y déficit de intelecto, hasta nosotros, simples mortales que en la gran mayoría preferimos ignorar la candidez de la  Cultura por momentos grises de banalidades ciegas.

Haber ocupado todo el auditorio del Banco de la República,  el pasado 15 de julio,  más de doscientos asistentes para el concierto de flauta y piano que ofrecieron  Gaspar Hoyos y Hugues Leclére, es satisfacción y gratificación  para sus organizadores.

Simultáneamente se presentaba en el Teatro Cultural Luis Enrique Osorio la obra de teatro “El doctor Manzanillo”, del comediógrafo colombiano Luis Enrique Osorio.  El primer día de presentación, 14 de julio, hubo exceso del aforo.

Posteriormente el 23 de julio en el mismo auditorio del Banco de la República de Girardot se inició el seminario-taller,  Arte, Gestión y Cultura Política.  Un espacio abierto a gestores culturales y a quienes la Cultura significa el epicentro indiscutible del desarrollo en cualquier latitud que se pretenda. 


Diálogos sobre arte, cultura política, capacitación sobre el manejo de la plataforma Moodle (recurso invaluable para capacitarse en línea),  son algunos de los temas planteados en este seminario programado en tres módulos;  más de treinta interesados aceptaron la convocatoria.

Este racimo de acontecimientos con la anuencia de quienes llenaron salas, auditorios, y respondieron a convocatorias,  puede ser que traiga consigo el renacer de un ambiente cultural que en las últimas décadas ha sido reducido por pisadas de bárbaros que, como con todo lo demás,  lo decapitaron para reemplazarlo con sonidos guturales.

La Cultura en casi todo el país se percibe como un adorno suntuoso que no ofrece ningún valor agregado a la sociedad.  Hasta hace relativamente muy  poco es que el Gobierno ha empezado a canalizar recursos, no suficientes, para fortalecer al Ministerio de Cultura y muchos de los proyectos que este emprende. (Artes visuales, danza, educación artística, literatura, teatro y circo, música, etc.).
De ahí la importancia de abrir todas las  puertas para atraer y cautivar al mayor número de personas en busca de ella; desaprovechar este pequeño  impulso es perder una oportunidad que en la historia cercana de Girardot no ha existido. 

Se debe contar con la suficiente sapiencia  que permita optimizar los escenarios que acogen a artistas y público, adecuando a aquellos que perfectamente, como invitados itinerantes, pueden ofrecer su espacio para multiplicar actos y personas. (Parques, colegios y escuelas, escenarios deportivos).

Reservar un gran número de sillas como se hizo la primera noche en la presentación de la obra “El doctor Manzanillo” en el Teatro Cultural, para no sé qué personajes, no se entiende en un momento en que la oportunidad de atraer y enamorar público con el arte escénico, por ejemplo, recién empieza.
En un recinto en donde el aforo es de aproximadamente 300 sillas, no puede ser que se reserven, las que sean,  para los “Iluminados”.  Ellos han gozado de tantos privilegios, merecidos o no,  que apartarles un sitio para apreciar una obra teatral, a la que tal vez no hubieran asistido de no ser convidados, no fue acertado.  Además porque  dudo que  algunos la hayan disfrutado; como invitados, sentarse  frente al espejo que los reflejaba con meridiana perfección no pudo ser el mejor plan. 

Entre tanto en otro sector del mismo recinto más de  veinte personas apreciaban el espectáculo sentadas en el piso, durante dos horas que duró la presentación;  otro grupo  menos numeroso observó de pie, junto a las escaleras.

No.  Toda la silletería debe estar disponible para todos los asistentes,  en la ubicación que prefieran; el vicio de los halagos y los elogios, merecidos e inmerecidos, debe dejarse para los tradicionales ejercicios de genuflexión, en los establos de costumbre, para no contaminar la razón de ser de la Cultura, la que a través de los siglos ha permanecido, a pesar de tanto iconoclasta,  un poco resguardada de los excesos inmorales y tendencias excluyentes y elitistas.

El arte también es un noble pretexto de inclusión en donde cualquier persona debe sentirse heredera y dueña de cada manifestación estética que aprecie, con el derecho de pertenecer a cualquier grupo artístico o cultural,  con las mínimas exigencias y condiciones para vincularse.

El futuro agradecerá que se haya tenido la sensatez de permitir el acceso irrestricto y digno a todos los ciudadanos, en cada momento Cultural  que se desarrolle. 

Masificarlo y volverlo a masificar debe ser la constante que mantengan las empresas públicas y privadas, como ya  algunas lo han empezado a hacer. 

Es otro recurso para cambiar de ruta y ser partícipes activos de la nueva Colombia, en la que urge un cambio de actitud en aquellos que todavía segregan y discriminan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario