ÚNICA INVITADA DE
HONOR:
LA CULTURA
“Además, acababa de encontrar lo que había buscado en vano por tanto
tiempo: ¡un público!” Luis Enrique
Osorio.
Presagio de buenas
nuevas se siente en el campo de la
Cultura en Girardot. Dama mancillada, ultrajada y vejada por todos: desde
encumbrados alcaldes con exceso de halagos y déficit de intelecto, hasta
nosotros, simples mortales que en la gran mayoría preferimos ignorar la candidez
de la Cultura por momentos grises de
banalidades ciegas.
Haber ocupado todo el
auditorio del Banco de la República, el
pasado 15 de julio, más de doscientos asistentes
para el concierto de flauta y piano que ofrecieron Gaspar Hoyos y Hugues Leclére, es satisfacción
y gratificación para sus organizadores.
Simultáneamente se
presentaba en el Teatro Cultural Luis Enrique Osorio la obra de teatro “El
doctor Manzanillo”, del comediógrafo colombiano Luis Enrique Osorio. El primer día de presentación, 14 de julio, hubo
exceso del aforo.
Posteriormente el 23 de
julio en el mismo auditorio del Banco de la República de Girardot se inició el
seminario-taller, Arte, Gestión y Cultura Política. Un espacio abierto a gestores culturales y a quienes
la Cultura significa el epicentro indiscutible del desarrollo en cualquier
latitud que se pretenda.
Diálogos sobre arte,
cultura política, capacitación sobre el manejo de la plataforma Moodle (recurso invaluable para capacitarse
en línea), son algunos de los temas
planteados en este seminario programado en tres módulos; más de treinta interesados aceptaron la
convocatoria.
Este racimo de
acontecimientos con la anuencia de quienes llenaron salas, auditorios, y
respondieron a convocatorias, puede ser
que traiga consigo el renacer de un ambiente cultural que en las últimas
décadas ha sido reducido por pisadas de bárbaros que, como con todo lo demás, lo decapitaron para reemplazarlo con sonidos
guturales.
La Cultura en casi todo
el país se percibe como un adorno suntuoso que no ofrece ningún valor agregado
a la sociedad. Hasta hace relativamente
muy poco es que el Gobierno ha empezado
a canalizar recursos, no suficientes, para fortalecer al Ministerio de Cultura
y muchos de los proyectos que este emprende. (Artes visuales, danza, educación
artística, literatura, teatro y circo, música, etc.).
De ahí la importancia
de abrir todas las puertas para atraer y
cautivar al mayor número de personas en busca de ella; desaprovechar este
pequeño impulso es perder una
oportunidad que en la historia cercana de Girardot no ha existido.
Se debe contar con la
suficiente sapiencia que permita
optimizar los escenarios que acogen a artistas y público, adecuando a aquellos
que perfectamente, como invitados itinerantes, pueden ofrecer su espacio para
multiplicar actos y personas. (Parques, colegios y escuelas, escenarios
deportivos).
Reservar un gran número
de sillas como se hizo la primera noche en la presentación de la obra “El
doctor Manzanillo” en el Teatro Cultural, para no sé qué personajes, no se
entiende en un momento en que la oportunidad de atraer y enamorar público con
el arte escénico, por ejemplo, recién empieza.
En un recinto en donde
el aforo es de aproximadamente 300 sillas, no puede ser que se reserven, las
que sean, para los “Iluminados”. Ellos han
gozado de tantos privilegios, merecidos o no,
que apartarles un sitio para apreciar una obra teatral, a la que tal vez
no hubieran asistido de no ser convidados, no fue acertado. Además porque dudo que algunos la hayan disfrutado; como invitados,
sentarse frente al espejo que los
reflejaba con meridiana perfección no pudo ser el mejor plan.
Entre tanto en otro
sector del mismo recinto más de veinte
personas apreciaban el espectáculo sentadas en el piso, durante dos horas que
duró la presentación; otro grupo menos numeroso observó de pie, junto a las escaleras.
No. Toda la silletería debe estar disponible para
todos los asistentes, en la ubicación
que prefieran; el vicio de los halagos y los elogios, merecidos e inmerecidos,
debe dejarse para los tradicionales ejercicios de genuflexión, en los establos
de costumbre, para no contaminar la razón de ser de la Cultura, la que a través
de los siglos ha permanecido, a pesar de tanto iconoclasta, un poco resguardada de los excesos inmorales y
tendencias excluyentes y elitistas.
El arte también es un
noble pretexto de inclusión en donde cualquier persona debe sentirse heredera y
dueña de cada manifestación estética que aprecie, con el derecho de pertenecer
a cualquier grupo artístico o cultural, con las mínimas exigencias y condiciones para
vincularse.
El futuro agradecerá
que se haya tenido la sensatez de permitir el acceso irrestricto y digno a
todos los ciudadanos, en cada momento Cultural que se desarrolle.
Masificarlo y volverlo
a masificar debe ser la constante que mantengan las empresas públicas y
privadas, como ya algunas lo han empezado
a hacer.
Es otro recurso para
cambiar de ruta y ser partícipes activos de la nueva Colombia, en la que urge
un cambio de actitud en aquellos que todavía segregan y discriminan.
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