LA MANO EN LA LLAGA
«¿Será que
estamos condenados a vivir para siempre con el estigma de la inequidad, o nos
decidimos como sociedad a avanzar en su superación?» José Consuegra – Columnista de El Heraldo.
Campesino colombiano |
Hace más
de treinta años se "refrescó" el diferendo limítrofe entre Colombia y Venezuela
por el Golfo de Coquibacoa o Golfo de Venezuela.
Recuerdo, como
si fuera ayer, que una cadena de televisión nacional entrevistó a niños
venezolanos y adultos colombianos midiendo sus conocimientos sobre la ubicación
geográfica del Golfo de Coquibacoa o en su defecto de Venezuela. Mientras que los infantes venezolanos referían
a la perfección la historia del mismo, los adultos colombianos no comprendían
qué se les preguntaba.
Hoy todo
ha cambiado. Esta campaña por la
presidencia de la República, arropada con los andrajos más enmugrecidos y
malolientes de la desinformación y desmesurada codicia, ha descubierto que
millones de colombianos son «expertos» en temas sociales y económicos de Venezuela, pero no de su país.
Tanto, que
el caballo de batalla utilizado para arremeter contra la campaña de Gustavo
Petro es no propiciar la creación de otra Venezuela. Concepto construido sobre una realidad
innegable, pero con traducciones ambiguas, alteradas y perversas.
Aceptar
sin ningún reparo esta estrategia sistemática de un sector y de seguidores,
extrañamente ubicados en los estratos más empobrecidos de la sociedad
colombiana, es rendirse ante la ignorancia a ultranza y al miedo generacional
infundado que pretende obviar el análisis racional.
Edna Martínez, investigadora y analista política colombiana de la Universidad Libre
de Berlín, en Alemania, en una entrevista otorgada a DW en Español sobre el
riesgo de que Colombia se convierta en una nueva Venezuela, aseveró: «[…] no entiendo muy bien qué es convertirse
en Venezuela; Colombia tiene sus propios problemas, y te puedo hacer una lista
inmensa de cuáles son los problemas […] uno de los índices más altos de pobreza,
desempleo, indigencia; tiene siete millones de personas en indigencia. La gente
se muere en las puertas de los hospitales […] tenemos cifras que (sic) en la semana se están muriendo ocho niños
de hambre en Colombia. Entonces yo no sé
a qué se refieren cuando hablan de convertirse en Venezuela […]».
Esta
posición coincide con informes y estadísticas de organismos nacionales e
internacionales que demuestran una realidad que pasa inadvertida ante los ojos
de la mayoría de colombianos; bien porque importa más el Mundial de Fútbol, o
porque no tiene que ver con sus realidades.
En la
semana del 15 al 21 de abril de 2018 se presentaros ocho casos de muerte probable por y asociada a desnutrición en menores de cinco años. Para esa época se había registrado en el
sistema del SIVIGILA 86 casos de muertes
probables por la misma causa, todas sometidas a estudio.
Y aunque
el Instituto Nacional de Salud determinó un decrecimiento en el número de niñas
y niños menores de cinco años afectados por desnutrición infantil (aguda,
moderada y severa), en el 2017 se estudiaron 10.641 reportes, arrojando un
promedio semanal de 205 casos. Comparado
con el año 2016, en el cual se notificaron 8.003 eventos, «se encuentra una variación de casos del 24.8%».
Save The Children, en su informe «Las múltiples caras de la exclusión» publicado el 28 de mayo del presente año, sitúa a Colombia
entre los países de América Latina con las tasas de homicidios más altas entre
adolescentes, junto a Venezuela, Honduras, El Salvador y Brasil. «Chile
es el país mejor situado […] ubicándose en el tercio superior de todos los
países del mundo»; en cambio la Organización en uno de los apartes del
informe determina que «El Salvador y
Colombia también se ubican en el tercio inferior de los países a nivel mundial
donde “muchos niños se pierden la infancia”». El país ocupa el puesto 118
entre 175 Estados.
Colombia a
finales de 2017 presentaba uno de los salarios más bajos en América Latina, por
debajo de «Panamá, Costa Rica, Argentina,
Chile, Ecuador […]». (salariomínimo.com.mx.).
La ONU clasifica
a Colombia como el tercer país más desigual del mundo entre 129 naciones, por
debajo de Haití y Angola. Resultado reflejado en el Informe sobre desarrollo
humano 2011. A finales del 2017 el Banco
Mundial también señaló a Colombia como el segundo país más desigual en AméricaLatina, después de Haití y séptimo en el mundo. Según el ente internacional en Colombia el 10%
de población más adinerada «gana cuatro
veces lo que gana el 40% más pobre».
Estadísticas
entregadas por ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados), en Colombia a
marzo de 2018 existían 7.671.124 personas desplazadas internas.
El
Espectador, diario colombiano, el 21 de febrero de este año tituló «Colombia no mejoró y cayó seis puestos en Índice de Percepción de corrupción a nivel mundial». Ocupa el puesto 96 entre 180 países examinados. Su calificación fue de 37 puntos sobre 100;
la misma exhibida durante los últimos cuatro años. En este rubro también queda por debajo de
países como Uruguay y Chile de acuerdo a los resultados de la medición.
Lo anterior refleja una situación incontrovertible, advirtiendo que lo
urgente es preocuparnos por nuestras carencias en lugar de subrayar con
negrilla las ajenas intentando ocultar las propias.
Muy cómodo
es voltear la cabeza para compararse con la familia disfuncional que se tiene
como vecina, haciendo oídos sordos a los gritos que salen de la propia casa.
Votar por
quien se desee es Democracia; conocer nuestra realidad, es responsabilidad.
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